lunes, 22 de diciembre de 2008

Por encargo

Esta es una carta contratada por uno de mis lectores (sí, existen). Por ello y pese a que la escribo yo no la firmaré con mi nombre. Si es cierto que en ella hay muchas cosas (quizás demasiadas) que provienen de mi propia experiencia. A la persona que me contrato decirle que la única manera de poner lo que dijiste era rellenar tus huecos con mis propias experiencias. Espero que el resultado sea el esperado.


Esta carta es por fin un adiós; ese adiós que dije tantas veces sin que ni tú ni yo lo creyésemos realmente. Por eso no voy a comenzarla con buenas, con hola, con ey jefe… Así que el comienzo no será más que esta introducción y un silencio por lo que puede haber escrito.







Podía haber escrito tantas cosas. Pero al final lo único que me queda es ese adiós. Y decirte que el olvido ha llegado lento lo suficiente como para que dieses cuenta de lo que perdías y eso… eso es lo único que aún realmente me duele. Saber que nunca apreciarás todo lo que te di, el que llegase a olvidarme de mí para dártelo, el tener la certeza que nadie podrá quererte con más intensidad; tal vez con la misma aunque entonces creo que lo alejarías de ti como ya hicieras. O tal vez no, tal vez nunca llegaste a ver todo lo que podía darte. Por eso desearía poder, una vez, estar los dos, tu y yo, solo eso, y que no hubiese barreras, ni miedos, ni vergüenza, ni orgullo, ni recuerdos para poder ser yo… para poder hacerte comprender todo lo que podría darte, todo lo que quisiera darte… Todo lo que soy… Pero eso no llegará y para ti nunca seré más de lo que ya has rechazado… y estas palabras solo una prueba de que este adiós definitivo no lo es.
El tiempo nos dará la razón y quizás la pérdida pueda mostrarte lo que yo no supe.


D.G.Á.