lunes, 22 de diciembre de 2008

Por encargo

Esta es una carta contratada por uno de mis lectores (sí, existen). Por ello y pese a que la escribo yo no la firmaré con mi nombre. Si es cierto que en ella hay muchas cosas (quizás demasiadas) que provienen de mi propia experiencia. A la persona que me contrato decirle que la única manera de poner lo que dijiste era rellenar tus huecos con mis propias experiencias. Espero que el resultado sea el esperado.


Esta carta es por fin un adiós; ese adiós que dije tantas veces sin que ni tú ni yo lo creyésemos realmente. Por eso no voy a comenzarla con buenas, con hola, con ey jefe… Así que el comienzo no será más que esta introducción y un silencio por lo que puede haber escrito.







Podía haber escrito tantas cosas. Pero al final lo único que me queda es ese adiós. Y decirte que el olvido ha llegado lento lo suficiente como para que dieses cuenta de lo que perdías y eso… eso es lo único que aún realmente me duele. Saber que nunca apreciarás todo lo que te di, el que llegase a olvidarme de mí para dártelo, el tener la certeza que nadie podrá quererte con más intensidad; tal vez con la misma aunque entonces creo que lo alejarías de ti como ya hicieras. O tal vez no, tal vez nunca llegaste a ver todo lo que podía darte. Por eso desearía poder, una vez, estar los dos, tu y yo, solo eso, y que no hubiese barreras, ni miedos, ni vergüenza, ni orgullo, ni recuerdos para poder ser yo… para poder hacerte comprender todo lo que podría darte, todo lo que quisiera darte… Todo lo que soy… Pero eso no llegará y para ti nunca seré más de lo que ya has rechazado… y estas palabras solo una prueba de que este adiós definitivo no lo es.
El tiempo nos dará la razón y quizás la pérdida pueda mostrarte lo que yo no supe.


D.G.Á.

miércoles, 12 de noviembre de 2008

A Xavi

Buenas:
Esta carta pese a estar prometida hace ya tanto, no ha llegado hasta que he necesitado escribirte. Sinceridad lo primero. Es una de las reglas del póquer: ser sinceros en las primeras manos para que el primer farol entre más fácil. Al menos eso creí escuchar una vez.
La verdad es que el póker nunca me ha gustado demasiado. Nunca he jugado por dinero: pasé de guisantes tostados a pagar con prendas directamente.
Eso tiene una ventaja que tú, experto en envides, quizás no conozcas. Cuando era pequeño, jugando por guisantes, en la primera mano no me tocó ni una simple pareja. La verdad es que no dominaba nada bien la valía de cada jugada; eso no era impedimento para saber que nada valía menos que cualquier jugada. Con que uno solo de los otros cinco jugadores (mis primos) tuviera una pareja me habría ganado. Sonreí. Me dispuse a apostarlo todo. No lo hice de golpe sino ronda a ronda. Subiendo en todas. Uno o dos garbanzos. Como si todo estuviese medido. Como si sopesase las posibles jugadas de los oponentes que, a cada subida de la apuesta, se iban retirando. Tranquilo, seguí subiendo. Mi planteamiento era hundir a la banca. Si ganaba en una primera ronda, sin tener nada ganaría un gran número de garbanzos. Si perdía pensaba perderlo todo. Todo. Todos los garbanzos. Entonces mis primos tendrían dos opciones comenzar de nuevo repartiendo de nuevo, con lo que me quedaría como al principio, o seguir jugando sin mí y con un jugador con más del doble de garbanzos que el resto. Estaba claro que esto no sería lo que pasaría. Seguí jugando. Lo aposté todo. Perdí. Mi primo subía por una buena jugada.
Me sentí genial. Me dieron de nuevo los garbanzos iniciales diciéndome que no podía apostar todo que tenía que jugar mejor y cosas del estilo. Mi farol había sido tan bueno que ninguno de ellos pensó que esa era mi jugada, incluso la previsión del nuevo reparto de garbanzos. Todos creyeron que no había entendido el juego por ser el menor. Nadie se dio cuenta de mi farol real. Fue un gran momento.
Llegados a este punto quizás te preguntes a que viene todo esto. Simple: Ser sincero al principio es una buena estrategia…
En realidad solo quería pedirte que me dieses buenos consejos de póker ahora que he cambiado los guisantes por prendas de ropa…

Alex

lunes, 10 de noviembre de 2008

A guada

Buenas de nuevo, buenas como siempre para anunciar algo que nunca había dicho:
Sabes cuantas cosas hemos compartido, cuantos sueños que soñamos juntos o que soñándolos uno solo se hicieron cuando los compartimos, sabes cuantas heridas nos hemos hecho y hemos superado, cuantos caminos que descubrimos juntos, cuantas tardes sin hacer nada, cuantas esperas juntos, cuanta nada y cuanto todo, cuantos dolores compartidos que cargó el otro, cuantos muros rotos casi tantos como platos o vasos, cuanto abismos imposibles que al final trepamos, cuanto... demasiado para repetirlo en una trsite y fría enumeración.
Pero hoy era para contarte algo diferente: Quería que supieras que después de todo eres la persona que más cerca siento que más parte de mi forma la primera que me es imposible imaginar mi vida sin ti... Que eres parte de mi vida y cuando digo vida no me refiero a mi historia a mi pasado, a mis recuerdos a mis cicatrices... Cuando vida me refiero al presente a lograr algo y quere compartirlo contigo , a robar un beso y darte tu parte dle botín en forma de historia; por poner un ejemplo entre miles. Cuando digo vida es necesitar que estés en mis logros en mis caidas, en mis conquistas, en mi rutina... También en mi mañana y en la rutina del mañana y las modestas cumbres que alcance y los pequeños abismos en los que caiga espero encontrar tu mano para devolverme a la realidad....
Simplemente que te quiero...
Simplemente...
te quiero

viernes, 24 de octubre de 2008

A Marga

Buenas niña:
Me conoces poco pero soy aficionado a mandar cartas complicadas para decir las cosas más simples. En este caso sólo te quería decir que eres la mujer más bella de mi vida. Para comenzar a complicar una expresión tan sencilla cabe matizar, en primer lugar, que cuando digo "de toda mi vida" no me refiero a lo que ya he vivido sino también a los años que me quedan por vivir. Cando te ví supe que eres la belleza; la persona con quien debo comparar a partir de ahora al resto de mujeres, sabiendo que nunca te alcanzarán. Teniendo la certeza de que mi destino no me guarda nadie más bella que tú. Eso no implica que no hayan chicas más preciosas que tú, no te confundas. Solo implica que tengo la certeza de que esas mujeres no rozarán mi vida. También cabe matizar que no digo esto como una maldición o una premonición nefasta que me perseguirá. No. Estoy contento por haberte visto una vez. Estoy feliz por ello. No puedo decir nada en contra de ese destino que me ha tocado. Solo esperar que se cumpla recordando tu imagen. Ampliándola, deformándola a mejor, creando de ti un mito, y así durante toda mi vida seguir defendiendo este texto con calma y certezas de loco.
Como ves al final he podido cumplir lo que me prometí: Complicar lo suficiente una idea sencilla.
Mil besos.
Se feliz.

martes, 2 de septiembre de 2008

Al que logró un imposible

Buenas jefe:
Supongo que la simple satisfacción, el orgullo propio; hacen que estas palabras no tengan demasiado sentido. Al menos, no más sentido que el de una anécdota dentro de este momento. Aún así quería hacerlo. Felicidades. Lograr un imposible es algo que puede parecer difícil y solo por eso lo es. Recuerdo cuando me decías que era imposible. Cuando todos te decíamos que en realidad era simple; aunque ninguno sabía cómo hacerlo. Cuando te decíamos que un día te despertarías y el imposible sería un hecho. Sin más; como los grandes hitos de la vida. Y ahora lo ves.
En un tiempo quizás el imposible que ahora es parte de tu vida, se confunda entre rutina y sonido de fondo y vuelvas a sentir como que eso es la vida y como si todo lo de fuera fuera un imposible. Espero que tarde y que cuando este imposible lo veas como algo que tarde o temprano ocurriría, como algo inexorable, necesario... Que entonces, como mínimo, no dejes de creer que los imposibles una mañana llegan... Sin grandes avisos... Sin más... Como si desde siempre hubieran estado alli... Como los grandes hitos de la vida...
Espero que en un tiempo sigan creyendo que los imposibles no lo son tanto y que, tal vez, releyendo estas palabras que hoy no te dicen demasiado, siendo una mera anécdota dentro del momento, comprendas y creas que los imposibles llegan sin más... Como si desde siempre hubieran estado allí...


Mil besos
Al

lunes, 25 de agosto de 2008

A la chica del viernes

Buenas Chica del viernes:
Siento el epíteto pero soy tremendamente malo para los nombres. En aquellos dos minutos no dio demasiado tiempo para que me conocieses; pero si lo lo hubieras hecho sabrías, casí en primer lugar, que soy muy malo para recordar nombres. Por eso tengo que buscar un apodo. Si me hubieras dicho que sí la carta habría comenzado con "buenas chica de esta noche". Pero no fue así y cuando te dije que si quedabamos el sábado me dijiste que no. Me dijiste que estarías en casa esperando la llamada de otro chico, que no te llamaría.
Tu sinceridad me fascinó; solo por ella te has ganado esta carta. Tu sinceridad conmigo y contigo. No tuve siquiera ganas de preguntarte la causa de tu certeza sobre que no te llamaría. Supuse una historia triste o, lo que es peor, una historia igual a todas las historias que cuentan esperanzas sin llegar. Por ello no te pregunté. Creí mucho mejor dejar la duda que en mi cabeza se tornaría épica: La mujer más sorprendente del mundo esperando que el hombre de su vida la llame aún sabiendo que eso no suciedera y, mientras, fuera de plano, un poeta escribiéndote una carta sin que tu lo sepas y dándote, en las ombras, parte del amor que reclamas, que mereces.
Eso sería un bello cuento. Por eso no te pregunte la causa. Porque así puedo creer esa fábula. Aunque en realidad sé que tú, chica del viernes, no eres la mujer más sorprendente del mundo; ni él -el que no te llamará- el hombre de tu vida si no más bien un chico educado en los gimnasios por lo que no puede entender las luces que hay en cada sombra; ni yo soy un poeta. Por ello no te pregunté el por qué. Para que esta fantasía, en la que finalmente yo soy un poeta, pueda ser.
Por ello esta carta, aunque tú estes mirando el telefono de reojo y me recuerdes, si es que me recuerdas, como otro más...
Por ello esta carta

Te mando el beso que no quisiste darme, por si el que no llegará llegaba.

Alejandro

miércoles, 28 de mayo de 2008

A una persona especial

El texto anterior ha sido inspirado en mis propias situaciones al leer este artículo de Arturo Pérez-Reverte, publicado en El Semanal el 21 de enero de 2007. Sin desperdicio.

Todo el mérito es tuyo; tienes mi palabra de honor. Quizá el botín de tan larga campaña –y lo que te queda todavía– no sea lo dorado y brillante que uno espera cuando la inicia, a los doce o trece años, con los ojos fascinados de quien se dispone a la aventura. Pero es un botín, es tuyo, es lo que hay, y es, te lo aseguro, mucho más de lo que la mayor parte de quienes te rodean obtendrán en su miserable y satisfecha vida. Tú has abordado naves más allá de Orión, recuerda. Tienes la mirada de los cien metros, esa que siempre te hará diferente hasta el final. Fuiste, vas, irás, esos cien metros más lejos que los otros; y durante la carrera, hasta que suene el disparo que le ponga fin, habrás sido tú y habrás sido libre, en vez de quedarte de rodillas, cómoda y estúpida, aguardando.

Ahora sabes que todo merece la pena. La larga travesía por ese mundo de méritos numéricos y ausencia de reconocimiento, donde te viste obligada a arrastrar contigo al niño de papá, al tonto del haba, al inútil carne de matadero, con tal de llevar a buen término el trabajo para el que te bastabas en solitario. Has crecido y sabes que las oportunidades no estaban en los otros, sino en ti. Que no había nada malo en aquella chica tímida que se llevaba libros a las horas libres de tutoría; que buscaba la mirada de los profesores inteligentes, no para hacerles la pelota, sino por sentirse cómplice y no estar sola. La jovencita que sobrecargaba la mochila con El guardián entre el centeno o El señor de los anillos, que en la excursión del cole a Madrid prefería ver el Planetario, el Prado o el Reina Sofía a dejarse la garganta en el parque de atracciones. Que se enfrentaba a la hostilidad de compañeros cretinos porque era la única que había leído las Sonatas de Valle-Inclán o sabía quién era Wilkie Collins. Ahora que miras hacia atrás con madurez, comprendes que cada vez que alguien ninguneó tu forma de ser, te insultó, te miró por encima del hombro, no hizo sino precipitar tu aprendizaje y tu lucidez. Tu certeza de ser mejor, más despierta y diferente.

Mírate ahora. Qué lejos estás de tanto borrego y tanto buey. Entras en la edad adulta sin que nadie pueda imponerte una sonrisa falsa cuando el mundo y su estupidez, su envidia, su mezquindad, te hagan fruncir el ceño. Ahora tienes la certeza de que no te equivocaste, y de que la niña callada en el banco del fondo puede ser vengada por la mujer que hoy la recuerda. Sabes ya que puedes ser feliz a tu manera y no a la de otros, con tus libros, con tus películas, con tu familia, con esos amigos que no sabes cuánto tiempo van a durar y por eso aprecias tanto, con la mirada serena que ahora posas a tu alrededor, en la calle, en el trabajo, en la vida. En la muerte. Ahora sabes que la virtud, en el más hondo sentido de la palabra, está en ese aguante de tantos años, cuando cerca estuvieron de convertirte en otra. Comprendes al fin que los malos profesores son un accidente sin demasiada importancia, pues eres tú quien aprende; y la vida, incluso con sus insultos, con sus malvados, con sus tragedias, con sus reglas implacables, la que te enseña. Nadie dijo que fuera fácil.

El otro día fuiste a ver Salvador y saliste del cine asombrada, llorando. No por la película, ni por la suerte del protagonista, sino por la certeza de que los ideales de aquel muchacho ya no tienen sentido, porque ninguno los sustituye ahora, porque la gente de tu edad se divide en dos grandes grupos: una minoría de analfabetos desorientados, pasto de demagogia barata en manos de políticos sin escrúpulos, y una masa inerte cuya única aspiración es salir en Gran Hermano o ponerse hasta arriba el sábado por la noche; jóvenes con garganta y sin nada que gritar, que se irían por la pata abajo puestos en la piel de Salvador Puig Antich, o a los que, viendo El crimen de Cuenca, la sola visión del garrote vil haría cerrar los ojos con escalofríos en la nuca. Pero tus lágrimas, amiga, demuestran que tienes razón. Que no te equivocaste al amar al conde de Montecristo y al Gabriel Araceli de Galdós, al buscar el secreto genial de un soneto de Borges o Quevedo, al transitar, jugándotela, por los senderos sin carteles luminosos en los pasillos oscuros de la Historia. Al hacer de cada esfuerzo, de cada miedo, de cada desengaño, de cada ilusión y de cada libro, un martillo con el que picar los muros espesos que te rodean.

Y si algún día tienes hijos, intenta que sean como tú. Como esos tipos flacos de los que hablaba Julio César, a la manera de Casio: gente de dormir inquieto, peligrosa y viva. La que quita el sueño a los apoltronados y a los imbéciles.

Carta a quien dejo de creer en los hombres buenos

Buenas niña:
Te escribo esta carta ahora que es cuando más debería callar. Como un mero gesto de arrogancia o de estupidez. Te escribo ahora que parece que el tiempo te ha dado la razón, en aquella antigua -puede que olvidada- conversación sobre si nadie era bueno. Dijiste que yo era especial, que, tal vez fuese la excepción a la regla. Por desgracia habría que esperar a mi muerte para confirmar en caso de que fuese afirmativo. Como ves soy como todos; más o menos. Por desidia, estupidez e incluso por egoísmo uno comete errores. Es cierto me he equivocado. Pero no quiero que creas tener la razón. No soy la excepción a la regla; es cierto, pero eso no significa que dicha excepción no exista. Pensar eso sería un acto de estupidez en los silogismos lógicos.
Me he dado cuenta de que uno cree en las grandes ideas. Amor, pasión, sacrificio, bondad, altruismo... Y que deja de creer en ellas, no cuando la sociedad le dice y remarca que es un estúpido por creer tales cosas, si no cuando los propios actos acaban por cumplir paso a paso la profecia. En ese instante uno puede optar por considerar que ha traicionado los principios e ideas tan elevados y limpios o, por el contrario, creer lo que dice la gente. En esta segunda opción encontramos la posibilidad de no traicionar el ideal, de no ser unos desertores o demasiado débiles. En esta segunda opción no hay ideal; somos como somos. Somos como "todos". Así pues cuando uno engaña a quien amó deja de creer en el amor no en sí mismo.
En mi caso (que conste que esto no es ninguna muestra de establecer un matiz de diferencia entre yo y todos -esta vez sin comillas-) he optado por seguir creyendo en el ideal. Soy un traidor. He sido demasiado débil para hacer lo correcto o para no hacer lo incorrecto. Pero creo, sin duda que hay alguna excepción que confirme la regla.
Como dijiste todos son unos cabrones, hoy te puedo decir que yo soy un cabrón, que todos son cabrones, pero que hay excepciones a la regla. Valientes a los que admiro. Así como creo en las expceciones a cuantos ideales he traicionado. Busca... No dejes de creer en los ideales porque hay personas que aun creen y luchan por ellos, que caminan buscándote, y que necesitan encontrarte...

Frd. Alejandro

domingo, 11 de mayo de 2008

De una madre de lepe:

Este escrito lo lei hace mil años pero creo que esta muy chulo asi que mi amigo google me lo ha encontrado... Hoy perrería

Querido hijo:

Te escribo estas letras para que sepas que estoy viva. Estoy escribiéndote despacio porque sé que tú no eres capaz de leer deprisa. Si recibes esta carta es que te llegó, y si no, me lo dices y te la mando otra vez.

El tiempo por aquí no está mal: la semana pasada sólo llovió dos veces; la primera estuvo lloviendo tres días, y la segunda cuatro. Ya te mandé la chaqueta, pero te digo que tu tío Pepe dijo que si la mandábamos con botones pesaría mucho, y el envío sería muy caro, así que se los quitamos y se los metimos en el bolsillo de dentro.

Por fin ya pudimos enterrar a tu abuelo; lo encontramos cuando lo de la mudanza; estaba metido en el armario desde aquel día que nos ganó jugando al escondite. Al menos ha sido todo un hombre hasta el fin, ya que jamás pudo salir del armario. Te cuento que el otro día explotó la cocina de gas y tu padre y yo salimos disparados por el aire y caímos fuera de la casa. ¡Qué emoción! Era la primera vez que tu padre y yo salíamos juntos de casa en treinta años. Vino el médico y me puso un tubo de cristal en la boca y me dijo que no podía hablar en dos días. Tu padre quería comprarle el tubo.

Perdona la mala letra y las faltas de ortografía; es que yo me canso de escribirte y ahora le estoy dictando a tu padre y ya sabes lo burro que es. Y hablando de tu padre, ¡qué orgulloso está!. Te cuento que ahora tiene un buen trabajo, tiene 500 personas por debajo de él; es el nuevo sepulturero municipal. El otro día leyó en el periódico que, según las encuestas, la mayoría de los accidentes ocurren a un kilómetro de casa, así que nos mudamos más lejos. No vas a reconocer la casa; el sitio es muy guapo y hasta tengo lavadora, aunque no estoy segura de que funcione. Ayer metí la ropa, tiré de la cadena y desde ese momento no la volví a ver.

Tu hermana Julia, la que se casó con su marido, parió. Como todavía no sé de qué sexo es, no puedo decirte si eres tío o tía. Si es niña van a llamarla como yo. Ella, a tu hermana la llamará mamá.

La otra hermana, Pilar, esta embarazada de cinco meses.Tu padre tan desconfiado como siempre le preguntó si estaba segura de que era de ella.

Y por último, tu hermano Juan sigue tan despistado como siempre; el otro día cerró el coche, dejo las llaves dentro y tuvo que ir tres km. para allá y tres km. para acá, hasta casa, a por el duplicado, para poder sacarnos a tu padre y a mi de dentro del coche. Tu primo Paco se casó y pasa toda la noche rezándole a la mujer porque le dijeron que era virgen. A quien nunca más vimos por aquí es al tío Carlos, el que murió el año pasado. Ahora el que nos tiene preocupados es tu perro; está empeñado en correr detrás de los coches que están parados.

¿Recuerdas a tu amigo Antón? Ya no está en este mundo. Su padre murió hace dos meses y como había pedido ser enterrado en el lago, el pobre Antón murió cavando la poza en el fondo.

Bueno, hijo, no te pongo dirección de la carta porque no la sé. La gente que vivió aquí antes, se llevó los números para no tener que cambiar de domicilio. Si ves a doña Remedios salúdala de mi parte, y si no las ves no la digas nada.

Un abrazo. Te quiere, tu madre

P.D. Iba a mandarte 100 euros pero ya cerré el sobre.

sábado, 26 de abril de 2008

Carta escrita con 17 años



A cualquier adolescente:

Con diecisiete años, ya bien pasados en meses, me encuentro escribiendo mis sueños delante de la frialdad de la pantalla de mi ordenador. Intento volver la vista atrás y fijar mi vista en algún punto donde todo fuese claro. Tras pensar en este imposible, me remitiré pensar cuando aún era un niño, y con un par de cromos de fútbol, una pelota, ya roída por el paso, no del tiempo, sino del juego, y la quimera de la poesía filtrándose en mi, por medio de las rimas de Becker, podía ser feliz, y, de hecho, lo era, con cosas tan simples y al tiempo tan importantes para mi. Importaba tan poco reír, que siempre se conseguía. Y entre juego y juego, de los que ya algunos desaparecen de mi mente, un día llegué a la adolescencia. Extraña palabra, que casi temía, y, que, tras estar a punto de concluirla, ya temo por completo.

Sin embargo, recuerdo con cariño, aquellos primeros años, donde una simple pelusilla en la cara nos parecía un prodigio de evolución masculina, y que tras una primera fase, donde reinaba el desconcierto hormonal y las variaciones corporales, se encontró una pequeña, aunque ficticia, estabilidad física. Mientras tanto los imberbes nos sometíamos a la supuesta superioridad de aquellos proyectos de barbas y del desconcierto de sus dueños, que, con despótica ironía se equiparaban a los grandes hombres de las películas de acción, y las series juveniles, que, junto con los grandes ídolos futbolísticos, constituían el circulo cerrado de aficiones y gustos, del que yo, con mi modesto libro de Becker conseguía escabullirme con extraordinaria facilidad, que también lo era para ganar enemigos, o, como mínimo, opuestos a mis teorías. Así que, mientras aquella masa de “barbudos”- que con pasmosa rapidez se duplicaba- marcaban goles de escuadra y realizaban maravillosas fintas o pases medidos milimétricamente por la práctica; yo, un imberbe me deleitaba entre una colección de vates, que crecía por días.

Pero más que todas estas cosas, se encontraban las niñas- algunos dirían que mujeres- aquellas mismas que siempre habían sido nuestras enemigas en los juegos y que considerábamos lloricas y tontas, comenzaban a sentir, los cambios hormonales, que ellas califican de preciosos, y de los que nosotros no teníamos más idea que el instinto de reír, cada vez que surgía el tema sexual. Pero entonces, sin más aviso que ruborizarte de repente, o sorprenderte mirando a una chica, sin pensar en una guerra de agua o en cualquier juego, de esos que voy olvidando. Lo recuerdo como un sentimiento que, lejos del amor o la excitación, se situaba en el ambiguo linde del desconcierto y el temor.

Además ¿Cómo saber si era amor, cuando desconocíamos el significado- aún confuso- de ese sentimiento? Sólo podíamos conseguirlo de una manera: experimentando. Esta es la gran época, donde mis libros de poesía cobraron interés y donde los paseos con aquella chica, que conocíamos desde siempre, pero que ahora, en ese preciso momento, nos encaprichábamos en llamar novia, por el simple hecho de caminar con las manos cogidas. Era precioso pedir el permiso para un beso, acercase con timidez y robar una milésima del roce de sus labios cerrados y los tuyos. Y ser feliz, aunque no con la felicidad de la inocencia, sino feliz por conseguir escapar por un segundo a la infancia y comenzar a traspasar el puente de la niñez al adulto, que llamamos adolescencia.

Por lo tanto, regreso al punto del principio, donde decía que se pierde el concepto de felicidad a cambio de un caos, por el que se conseguirá la definición de la vida. Experimentar sin llegar a saber que se está aprendiendo a vivir y sentir, aunque sólo sea a veces, que algo mágico y extraño, nos va encaminando -a veces empujando sin remedio- hacia un futuro que a cada nuevo día y a cada nuevo bello que encontramos en nuestro cuerpo, va marcando todo lo que llegaremos a ser. Y, aunque puede parecer precioso, no deja de ser aterrador, o, como mínimo, extraño y confuso, es la gran época de la duda, con su posterior descubrimiento, pero tras recorrer el amplio camino, que envuelve esa media docena de años, en los que, siendo proyectos de adultos, soñamos con comernos el mundo, y, lo que es aún más difícil, con tener aquella felicidad de nuestra infancia, al mismo tiempo que nuevos conceptos, como amistad, amor, hormonas, filosofía, dolor,... van colándose furtivamente en nuestra vida.

Así que, si una mañana te levantas triste, con ciertas ganas de llorar contenidas en la boca del estómago, o simplemente llorando, y el único motivo es que es un día gris, y el sol se filtra muy poco, haciendo oscuridad no sólo en nuestro cuarto, sino también algo más allá de nuestro ánimo, no penséis que es porque estáis tristes, pensad que el día traerá consigo un nuevo descubrimiento, y si no lo hace; prometedme que antes de llegar la noche, jugaréis al escondite, al pilla-pilla o a cualquier juego, donde encontréis una vez más, la felicidad de cuando esos juegos eran vuestro mundo. Yo lo hago y a menudo se escapa una sonrisa, tan inexplicable como las ganas de llorar por la mañana.

FRD. Alejandro

lunes, 7 de abril de 2008

A una foto

Buenas xxxxxx:
Sé que hace ya demasiado tiempo -el suficiente como para pensar que ya será por siempre- que renegaste de mí. Pese a todo a veces sigo añorando la comprensión que encontré en ti. Ahora miro una foto y estás en ella. Sonriendo. Sonriendo a un yo que tmabién sonreiría mientras tomaba una foto de tu sonrisa, sin saber que más tarde esa misma imagen se clavaría en medio de tu doloroso recuerdo. Y tú sonriendo. Sonriendo. Me es demasiado ajena esa sonrisa. Sin embargo creo que es a ella a la que estoy escribiendo esta carta. Una carta que no dice nada más que echo de menos esa sonrisa que ahora está congelada delante de mis ojos, esa sonrisa a la que ahora escribo... No pretendo decir nada más. No hay nada más que no haya dicho y tú hayas olvidado o despreciado. Nada que añadir. Sólo espero que esta voz que aún te reclama; que estas líneas salgan solo por mirar tu sonrisa estática y recuerdan lo bueno pese a que lo malo se clave en medio del olvido y haga una herida que no mata sino que resucita el olvido... Sólo decir... que espero en un tiempo pueda mirar tu sonrisa estática y que nada produzca. Mirar una de tus sonrisas; de tus miradas y no escribirle una carta a esa versión de ti...
Mil besos
O no
Se feliz

viernes, 7 de marzo de 2008

A una princesa de cuentos de princesas


Buenos días majestad:

Llevaba tiempor queriendo escribirle y, como suele hacer el tiempo, cambia los planes y las cartas que esperabas escribir nunca jamás vuelven a ser las mismas. Por ello no trataré de escribir aquella carta que tenía en mente. En esa vieja carta que nunca fue quería contarle que había encontratado una princesa y que había logrado conquistar su castillo y su corazón. Obviamente la carta era para pedirle consejo sobre como alguien que no es un caballero puede hacer feliz a una princesa... Sin embargo el tiempo. El tiempo. Esa princesa ya no está conmigo, no sé si estacon un principe de verdad o lo sigue buscando. Sea como fuere para mí la diferencia entre ambas opciones es imperceptible.
Siendo sincero pensé en no escribirle nunca está carta. el motivo de optar por hacerlo finalmente, es que tengo nuevas ideas que necesito comunicarle.
Debo advertirla sobre su principe. En primer lugar asegurese de que es un principe y no son sus ojos los que le otorgan ese rango. Si tiene cualquier duda. Si la necesidad de que se diga o se acaricie un te quiero esdemasidado frecuente: lo siento, majestad. Coja las maloetas y marchese. Fijese que se lo está diciendo alguien que ha sido tomado por un principe y quele interesaría que muchas se confundiesen. Pero pese a todo, pese a los fallos,, yo nunca me permití olvidar que estab con una princesa y como tal la traté. Por ello ahora doy gracias por la compañía y las lecciones que logré con ella y, en lugar de tratar de hacerla pasar por una criada que recibió la ayuda de un hada he considerado más lógico y coherente con el agradecimiento que siento, comunicar a otras princesas la posibilidad de marcharse y dejar a supuestos principes luchando contra dragones antes que considerarse como pricnipes dignos...
Le animo a luchar por su felicidad tanto si la puede logara con su principe como si no.
Saludos.
Su subidto republicano más leal.

Frd. Alejandro

viernes, 29 de febrero de 2008

En deuda

Esta carta es de las que estaban dentro del cajón liderando la conspiración. Puede que quedé estúpido que sea está la segudna carta. Pero mandan ellas. Yo sólo trato de que el cajón so se abra y las cartas dominen el mundo. Para ello divide y vencerás. Y esta carta era de las que estaban hacendo más fuerza. de las que luchaban por salir con más tesón. Ahora ya está fuera. Solo espero que no haya dejado alguna que otra hoja dentro del cajón...

Buenas niña:

Esta carta es rara o más bien es difícil de escribir. Es demasiado difícil escribir una despediada que no deseas; escribir un te quiero no correspondido; describir besos y caricias que fueron y nunca más serán. así que no sé como comenzar. Quizás con un te quiero; con ese te quiero que ya no debería decir.
Te quiero es lo único que tiene sentido. Aunque en ese te quiero, como ya sabes, caben demasiadqas cosas. Ese te quiero, como una vez te dije implica que quiero que seas tú, que seas libre para ser tú en cada moemento y que, si conmigo no lo lograbas, eras libre para luchar por tus alas. Nunca he querido que quererte fuese una cadena, si bien es cierto cuando te dije aquello no esperaba que, tan pronto, necesitases otra cosa diferente a mí. Sea como fuere, ahora que has tomado esa decisión sólo decirte que intentes ser feliz. Que lcuhes por ello: arriésgate, lánzate, equivócate, acierta... Vive. En serio quiero, como ya te dije, que seas feliz por encima de todo (y en todo me incluyo).
Esa parte tiene otra cara y consiste en que yo, por mi parte, también debo tratar de ser feliz. Así que luchare por mi felicidad. Mientras te deseo que seas feliz. Que seas vida. Espero que mi amor te impulse a ello y nunca sea algo que te ate al pasado...
Otra de las cosas que guarda ese te queiro es un Gracias; gracias por todo gracias por ayudarme a crecer, a aprender, a descubrir, gracias por ser mi primera muchas cosas, gracias por... Hay demasiadas gracias que debo darte así que solo decir que ese te quiero que no debería seguir diciendo tiene todas las gracias que te debo...



Bueno a media carta he decido fragmentarla. Por eso no sale mi firma. Demasiado para una vez. Ahora que esta debilitada que siga en el cajón. Algún día colgaré la otra parte...

Sed felices.

jueves, 28 de febrero de 2008

Primera carta

Queridos lectores:

Espero que este blog sea más original que comenzarlo con un "queridos lectores. Sin embargo no puedo garantizarlo. Lo comienzo sin demaisada fe y con el resguardo de saber que muchos de los textos que aquí llegarán en un futuro están ya escritos -muchos no por mí.
Son simples cartas que una vez mandé o recibí, escribí sabiendo que quedarían en un cajón o que quedaron allí para mi sorpresa...
Desde hace mucho me cuesta demasiado escribir diarios especialmente por la constancia que requieren -eso es algo que creo ya comprobaréis por el descontrol temporal que ya auguro para este nuevo blog-. Así pues siempre me sentí más cómodo escribiendo cartas: Una carta es algo que siempre, y más en estos tiempos se agradece recibir. Algo casí inesperado. Por ello prefería cartas a diarios.
Un segundo motivo es que en mis primeras cartas -de esas que acaban agrupándose en los cajones e incluso conspirando desde el interior de los mismos con salir y contarle al mundo aquello que llevan escrito en sus entrañas -como todos soñamos en el fondo.
Bueno, como decía, mi segundo motivo es que esas primeras cartas siempre iban dirigidas a alguien conocido, alguien querido u odiado y eso ayuda puesto que ambos extremos facilitan notablemente la comunicación.
Ahora estas cartas y algunas aún por escribir verán la luz. Quizás, si os animais, cartas vuestras serán colgadas como lo ha sido ésta.

Sea como sea desde mis cajones ya escucho conspiraciones de sobres que desean salir al mundo y contarle al mundo lo que llevan en las entrañas... No se puede esperar más.

Así que: Aquí comienzan estas cartas huerfanas de sobres de hoy en adelante...

Mil besos


Frd: Alejandro