lunes, 25 de agosto de 2008

A la chica del viernes

Buenas Chica del viernes:
Siento el epíteto pero soy tremendamente malo para los nombres. En aquellos dos minutos no dio demasiado tiempo para que me conocieses; pero si lo lo hubieras hecho sabrías, casí en primer lugar, que soy muy malo para recordar nombres. Por eso tengo que buscar un apodo. Si me hubieras dicho que sí la carta habría comenzado con "buenas chica de esta noche". Pero no fue así y cuando te dije que si quedabamos el sábado me dijiste que no. Me dijiste que estarías en casa esperando la llamada de otro chico, que no te llamaría.
Tu sinceridad me fascinó; solo por ella te has ganado esta carta. Tu sinceridad conmigo y contigo. No tuve siquiera ganas de preguntarte la causa de tu certeza sobre que no te llamaría. Supuse una historia triste o, lo que es peor, una historia igual a todas las historias que cuentan esperanzas sin llegar. Por ello no te pregunté. Creí mucho mejor dejar la duda que en mi cabeza se tornaría épica: La mujer más sorprendente del mundo esperando que el hombre de su vida la llame aún sabiendo que eso no suciedera y, mientras, fuera de plano, un poeta escribiéndote una carta sin que tu lo sepas y dándote, en las ombras, parte del amor que reclamas, que mereces.
Eso sería un bello cuento. Por eso no te pregunte la causa. Porque así puedo creer esa fábula. Aunque en realidad sé que tú, chica del viernes, no eres la mujer más sorprendente del mundo; ni él -el que no te llamará- el hombre de tu vida si no más bien un chico educado en los gimnasios por lo que no puede entender las luces que hay en cada sombra; ni yo soy un poeta. Por ello no te pregunté el por qué. Para que esta fantasía, en la que finalmente yo soy un poeta, pueda ser.
Por ello esta carta, aunque tú estes mirando el telefono de reojo y me recuerdes, si es que me recuerdas, como otro más...
Por ello esta carta

Te mando el beso que no quisiste darme, por si el que no llegará llegaba.

Alejandro